“También se vende como positiva la
colaboración de las distintas administraciones en la tramitación, dando la
sensación de que se gana en flexibilidad, implicación e intercambio de perspectivas
y de que cuanta más gente intervenga, mejor. La realidad ‒el caso de Carmen lo
deja bien claro‒ se traduce en una mayor burocratización del proceso, que se
encarece, se hace más complejo, se ralentiza y finalmente conduce al atasco.
El
laberinto burocrático, al final, resulta ser un laberinto sin salida.”
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